Hay películas que son para volverse loco, de puro buenas. Y luego están esas otras que, además de ser gemas del séptimo arte, amenazan con dañar tu salud mental a golpe de preguntas sin respuesta, retorcimientos argumentales, personajes majaretas e imaginería desbocada. Vamos, que cuando terminan, uno sale de la sala preguntándose “¿Dónde está mi mente?”. O, en inglés, Where is my Mind?.
Para homenajear a las películas más demenciales del cine, la galería Bottleneck de Nueva York ha tomado prestado el título de aquel temazo de los Pixies que cerraba El Club de la lucha.